Mark 14

V. PASIÓN Y MUERTE DEL SEÑOR

Unción de Jesús en Betania

1Dos días
1. Dos días: la unción de Jesús, referida en los vv. 3 ss., tuvo lugar seis días antes de la Pascua (Jn. 12, 1).
después era la Pascua y los Ázimos, y los sumos sacerdotes y los escribas, buscaban cómo podrían apoderarse de Él con engaño y matarlo.
2Mas decían: “No durante la fiesta, no sea que ocurra algún tumulto en el pueblo”. 3Ahora bien, hallándose Él en Betania, en casa de Simón, el Leproso, y estando sentado a la mesa, vino una mujer con un vaso de alabastro lleno de ungüento de nardo puro de gran precio; y quebrando el alabastro, derramó el ungüento sobre su cabeza
3. Sobre su cabeza: el Señor se dignó aceptarle esto en concepto de unción para la sepultura (v. 8) y limosna hecha a É1 como pobre (v. 6 s.). Véase sobre esto Jn. 20, 7 y nota. En Jn. 12, 3 se habla de los pies, como en Lc. 7, 38.
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4Mas algunos de los presentes indignados interiormente, decían: “¿A qué este despilfarro de ungüento? 5Porque el ungüento este se podía vender por más de trescientos denarios
5. Trescientos denarios: más o menos, el salario anual de un empleado de entonces.
, y dárselos a los pobres”. Y bramaban contra ella.
6Mas Jesús dijo: “Dejadla. ¿Por qué la molestáis? Ha hecho una buena obra conmigo. 7Porque los pobres los tenéis con vosotros siempre, y podéis hacerles bien cuando queráis; pero a Mí no me tenéis siempre. 8Lo que ella podía hacer lo ha hecho. Se adelantó a ungir mi cuerpo para la sepultura
8. Cada vez más a menudo alude el Señor a su muerte, para preparar a sus discípulos a los tristes acontecimientos que se acercan.
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9En verdad, os digo, dondequiera que fuere predicado este Evangelio
9. Este Evangelio: expresión singular y profética, pues sabemos que los santos evangelios fueron escritos mucho más tarde. Cf. Jn. 16, 12.
, en el mundo entero, se narrará también lo que acaba de hacer, en recuerdo suyo”.

10Entonces, Judas Iscariote, que era de los Doce, fue a los sumos sacerdotes, con el fin de entregarlo a ellos
10 s. Véase Mt. 26, 14-16; Lc. 22, 3-6.
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11Los cuales al oírlo se llenaron de alegría y prometieron darle dinero. Y él buscaba una ocasión favorable para entregarlo.

La Última Cena

12El primer día de los Azimos, cuando se inmolaba la Pascua, sus discípulos le dijeron: “¿Adónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas la Pascua?” 13Y envió a dos de ellos, diciéndoles: “Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle, 14y adonde entrare, decid al dueño de casa: “El Maestro dice: ¿Dónde está mi aposento en que voy a comer la Pascua
14. Comer la Pascua, es decir, el cordero pascual prescrito por la Ley (Ex. 12, 3 ss.). Jesús, que no había venido a derogarla (Mt. 5, 17), no ve inconveniente en observarla, como lo hizo con la circuncisión (cf. Rm. 15, 8), aunque Él había de ser, por su Pasión y Muerte en la Cruz, la suma Realidad en quien se cumplirían aquellas figuras; el Cordero divino que se entregó “en manos de los hombres” (9, 31) sin abrir su boca (Is. 53, 7); el que San Juan nos presenta como inmolado junto al trono de Dios (Ap. 5, 6), y que S. Pablo nos muestra como eterno Sacerdote y eterna Víctima. Cf. Hb. caps. 5-10; Sal. 109, 4 y nota.
con mis discípulos?”.
15Y él os mostrará un cenáculo grande en el piso alto, ya dispuesto; y allí aderezad para nosotros”. 16Los discípulos se marcharon, y al llegar a la ciudad encontraron como Él había dicho; y prepararon la Pascua.

Institución de la Eucaristía

17Venida la tarde, fue Él con los Doce. 18Y mientras estaban en la mesa y comían, Jesús dijo: “En verdad os digo, me entregará uno de vosotros que come conmigo”. 19Pero ellos comenzaron a contristarse, y a preguntarle uno por uno: “¿Seré yo?” 20Respondioles: “Uno de los Doce, el que moja conmigo en el plato. 21El Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay del hombre, por quien el Hijo del hombre es entregado! Más le valdría a ese hombre no haber nacido”
21. Judas el traidor es expresamente condenado por el Señor y entregado a la maldición. Por eso es imposible creer que se haya salvado. Véase Jn. 17, 12; Hch. 1, 16; Sal. 40, 10. Cf. en 1 Sam. 31, 13 la nota sobre Saúl.
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22Y mientras ellos comían, tomó pan, y habiendo bendecido, partió y dio a ellos y dijo: “Tomad, este es el cuerpo mío”. 23Tomó luego un cáliz, y después de haber dado gracias dio a ellos; y bebieron de él todos. 24Y les dijo: “Esta es la sangre mía de la Alianza, que se derrama por muchos
24. Véase Mt. 20, 28 y nota. No significa aquí: derramada “por obra de” muchos (aunque esto también sea verdad en el sentido de que todos somos pecadores), sino que se derrama como un bautismo de redención sobre todos los que lo aprovechen, según la palabra del Apocalipsis 22, 14 (Vulgata) coincidente con Ef. 1, 7; Col. 1, 14 y 20; Hb. 9, 12 ss.; 13, 12; 1 Pe. 1, 19; 1 Jn. 5, 6; Ap. 12, 11.
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25En verdad, os digo, que no beberé ya del fruto de la vid hasta el día aquel en que lo beberé nuevo en el reino de Dios”. 26Y después de cantar el himno, salieron para el monte de los olivos.

Promesas de fidelidad

27Entonces Jesús les dijo: “Vosotros todos os vais a escandalizar, porque está escrito: «Heriré al pastor, y las ovejas se dispersarán»
27. Véase Za. 13, 7.
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28Mas después que Yo haya resucitado, os precederé en Galilea”
28. Véase Mt. 26, 30 ss.; Mc. 14, 68-72; Lc. 22, 31 ss.; Jn. 13, 36 ss.; 16, 32.
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29Díjole Pedro: “Aunque todos se escandalizaren, yo no”. 30Y le dijo Jesús: “En verdad, te digo: que hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, tú me negarás tres”. 31Pero él decía con mayor insistencia: “¡Aunque deba morir contigo, jamás te negaré!” Esto mismo dijeron también todos.

Agonía de Jesús en Getsemaní

32Y llegaron al huerto llamado Getsemaní, y dijo a sus discípulos: “Sentaos aquí mientras hago oración”
32. Una iglesia, construida recientemente, conmemora el lugar de la agonía del Redentor en el huerto de Getsemaní, situado al este de Jerusalén, entre la ciudad y el Monte de los Olivos.
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33Tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan; y comenzó a atemorizarse y angustiarse. 34Y les dijo: “Mi alma está mortalmente triste; quedaos aquí y velad”. 35Y yendo un poco más lejos, se postró en tierra, y rogó a fin de que, si fuese posible, se alejase de Él esa hora; 36y decía: “¡Abba, Padre! ¡todo te es posible; aparta de Mí este cáliz; pero, no como Yo quiero, sino como Tú!”
36. Véase Mt. 26, 42 y nota; Lc. 22, 42. El cáliz significa la pasión. Cf. 10, 38; Lc. 12, 50.
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37Volvió y los halló dormidos; y dijo a Pedro: “¡Simón! ¿duermes?
37. ¡Simón! ¿duermes?: Jesús se dirige especialmente a Pedro, ya que este se había tenido por más valiente que los otros (v. 29) y porque el jefe de los apóstoles tenía que dar buen ejemplo. Cf. Mt. 26, 36-46; Lc. 22, 40-46.
¿No pudiste velar una hora?.
38Velad y orad para no entrar en tentación. El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil”. 39Se alejó de nuevo y oró, diciendo lo mismo. 40Después volvió y los encontró todavía dormidos; sus ojos estaban en efecto cargados, y no supieron qué decirle. 41Una tercera vez volvió, y les dijo: “¿Dormís ya y descansáis?
41. Estas palabras coinciden con las que el Señor había dicho a Pedro en el v. 37, y nos muestran, como una lección para nuestra humildad, el grado de inconsciencia de aquellos hombres en semejantes momentos. La versión que pone los verbos en imperativo resulta inexplicable ante la palabra que Jesús agrega inmediatamente: “¡basta!”. Véase Mt. 26, 45.
¡Basta! llegó la hora. Mirad: ahora el Hijo del hombre es entregado en las manos de los pecadores.
42¡Levantaos! ¡Vamos! Se acerca el que me entrega”.

Prisión de Jesús

43Y al punto, cuando Él todavía hablaba, apareció Judas, uno de los Doce, y con él una tropa armada de espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos
43 ss. Véase Mt. 26, 47 ss.; Jn. 18, 3 ss.
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44Y el que lo entregaba, les había dado esta señal: “Aquel a quien yo daré un beso, Él es: prendedlo y llevadlo con cautela”. 45Y apenas llegó, se acercó a Él y le dijo: “Rabí”, y lo besó. 46Ellos, pues, le echaron mano, y lo sujetaron. 47Entonces, uno de los que ahí estaban, desenvainó su espada, y dio al siervo del sumo sacerdote un golpe y le amputó la oreja. 48Y Jesús, respondiendo, les dijo: “Como contra un bandolero habéis salido, armados de espadas y palos, para prenderme. 49Todos los días estaba Yo en medio de vosotros enseñando en el Templo, y no me prendisteis. Pero (es) para que se cumplan las Escrituras”. 50Y abandonándole, huyeron todos
50. Esta, huída general, que nos enseña la miseria sin límites de que todos somos capaces, es también inexcusable falta de fe en la bondad y el poder del Salvador, pues Él había mostrado con sus palabras (Jn. 17, 12) y con su actitud (Jn. 18, 8 s. y 19 s.) que no permitiría que ellos fuesen sacrificados con Él. Véase Mt. 26, 56 y nota.
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51Cierto joven
52. Ese joven que iba siguiendo a Jesús es, según se cree, el mismo Marcos que escribió este Evangelio, único en traer el episodio.
, empero, lo siguió, envuelto en una sábana sobre el cuerpo desnudo, y lo prendieron;
52pero él soltando la sábana, se escapó de ellos desnudo.

53Condujeron a Jesús a casa del Sumo Sacerdote
53. La casa de Caifás estaba en la parte sudoeste de la ciudad. Había que andar hasta allí unos dos kilómetros. Según una tradición piadosa, Jesús en este largo trayecto cayó en tierra, a consecuencia de los malos tratamientos, muchas veces más que las tres caídas del Vía Crucis. Cf. Sal. 109, 7 nota.
, donde se reunieron todos los jefes de los sacerdotes, los ancianos y los escribas.
54Pedro lo había seguido de lejos hasta el interior del palacio del Sumo Sacerdote, y estando sentado con los criados se calentaba junto al fuego.

Ante Caifás

55Los sumos sacerdotes, y todo el Sanhedrín, buscaban contra Jesús un testimonio para hacerlo morir, pero no lo hallaban. 56Muchos, ciertamente, atestiguaron en falso contra Él, pero los testimonios no eran concordes. 57Y algunos se levantaron y adujeron contra Él este falso testimonio: 58“Nosotros le hemos oído decir: ‘Derribaré este Templo hecho de mano de hombre, y en el espacio de tres días reedificaré otro no hecho de mano de hombre’”
58. Véase Jn. 2, 19. Gramática recuerda también aquí el templo celestial de Hb. 9, 11 y 24.
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59Pero aun en esto el testimonio de ellos no era concorde. 60Entonces, el Sumo Sacerdote, se puso de pie en medio e interrogó a Jesús diciendo: “¿No respondes nada? ¿Qué es lo que estos atestiguan contra Ti?” 61Pero Él guardó silencio y nada respondió. De nuevo, el Sumo Sacerdote lo interrogó y le dijo: “¿Eres Tú el Cristo, el Hijo del Bendito?” 62Jesús respondió: “Yo soy. Y veréis al Hijo del Hombre
62. “El nombre de Hijo del hombre, que Jesús mismo se dio, expresa su calidad de hombre, y por alusión a la profecía de Daniel, insinúa su dignidad mesiánica” (P. d’Alès). Véase Dn. 7, 13; Mt. 24, 30; 26, 64; Sal. 79, 16 y nota.
sentado a la derecha del Poder, y viniendo en las nubes del cielo”.
63Entonces, el Sumo Sacerdote rasgó sus vestidos, y dijo: “¿Qué necesidad tenemos ahora de testigos? 64Vosotros acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué os parece?” Y ellos todos sentenciaron que Él era reo de muerte
64. Es condenado por blasfemia el Santo de los santos, el inmaculado Cordero de Dios, el único Ser en quien el Padre tenía puestas todas sus complacencias (Mt. 3, 17; 17, 5). Su “blasfemia” consistió en decir la doble verdad de que Él era el anunciado por los profetas como Hijo de Dios y Rey de Israel (Lc. 23, 3; Jn. 18, 37).
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65Y comenzaron algunos a escupir sobre Él y, velándole el rostro, lo abofeteaban diciéndole: “¡Adivina!” Y los criados le daban bofetadas.

Pedro niega a Cristo

66Mientras Pedro estaba abajo, en el patio, vino una de las sirvientas del Sumo Sacerdote
66 ss. Véase Mt. 26, 69 ss.; Lc. 22, 55 ss.; Jn. 18, 16 ss.
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67la cual viendo a Pedro que se calentaba, lo miró y le dijo: “Tú también estabas con el Nazareno Jesús”. 68Pero él lo negó, diciendo: “No sé absolutamente qué quieres decir”. Y salió fuera, al pórtico, y cantó un gallo. 69Y la sirvienta, habiéndolo visto allí, se puso otra vez a decir a los circunstantes: “Este es uno de ellos”. Y él lo negó de nuevo. 70Poco después los que estaban allí, dijeron nuevamente a Pedro: “Por cierto que tú eres de ellos; porque también eres galileo”. 71Entonces, comenzó a echar imprecaciones y dijo con juramento: “Yo no conozco a ese hombre del que habláis”. 72Al punto, por segunda vez, cantó un gallo. Y Pedro se acordó de la palabra que Jesús le había dicho: “Antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres”, y rompió en sollozos
72. La caída de Pedro fue profunda, pero no menos profundo fue luego su dolor. Muchos seguimos a Pedro negando al Señor; sigamos también la preciosa lección del arrepentimiento, ya que, como enseña Jesús, el más perdonado es el que más ama (Lc. 7, 47).
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